14 feb 2018

«A la estrella nocturna» de William Blake



William Blake fue un escritor y artista inglés que nació en Londres el 28 de noviembre de 1757 y que falleció en la misma ciudad el 12 de agosto de 1827. La escritura de Blake se vincula siempre con sus ilustraciones y grabados, que solía realizar para sus propios poemas o para clásicos literarios. Admirador de los escultores y pintores renacentistas, su obra pictórica muestra influencias de Miguel Ángel, Rafael o Durero, desarrollando una técnica de grabado que le permitía crear imágenes luminosas y expresivas basadas en las visiones que afirmaba haber tenido desde pequeño. Apoyado por sus padres, desde joven se educó como grabador y trabajó para varias imprentas, llegando incluso a montar la suya propia. En constante búsqueda de la inocencia en el ser humano, sus primeros poemas, llenos de entusiasmo e ingenuidad, fueron viéndose reemplazados por otros versos en contraposición llenos de desengaño, como puedo observarse al leer de manera conjunta Canciones de Inocencia (1789) y Canciones Profanas (1794), donde el poeta acepta una inocencia distinta, que puede adquirirse sólo a través de la experiencia. Aunque fue estudiante de la Royal Academy, detestaba su sistema de enseñanza y valores estéticos, instituidos por su presidente, Joshua Reynolds, ya que la búsqueda de Blake de verdad y belleza se hallaba centrada en la imaginación y el espíritu, a diferencia de los preceptos racionalistas y neoclasicistas de Reynolds. Además, Blake creía en la igualdad racial y sexual, y predicaba una libertad de pensamiento que chocaba frontalmente con la Iglesia católica, razón por la que fue objeto de numerosas críticas y que le acarreó frecuentes problemas. En 1782 se casó con Catherine Boucher, quien sería su compañera y ayudante hasta el fin de sus días. (Lecturalia)

«A la estrella nocturna» de William Blake




¡Tú, ángel rubio de la noche,
ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende
tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona
y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado
sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos
al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en
el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos
y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo,
te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo
y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva.
La lana de nuestras majadas se cubre con
tu sacro rocío; protégelas con tu favor.

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