11 sept 2017

«Pájaro ebrio» de Alexánder Hilasaca (Selección de poemas)





Li Po:


Bebí en el alma de la vida las pocas lágrimas que escaparon de mi soledad. ¿Cómo decir una simple palabra que diga muerte, desamparo o desilusión? Por tanto, las arañas tejen en mi mente el canto de los grillos. Mi corazón ocioso se tendió de bruces y soñó con las murallas que recorren los inmensos océanos del amor. Yo he perdido mil amantes por mis atavíos desmoralizados, por haber tomado de tu copa las monedas para comprar el pasado que no viví. Me muero con la tristeza pura del arroyo que cae como un suicida en la noche.


Edgar Allan Poe:


La playa ha renunciado al mar, ha cortado el hito de las fronteras y se colgó con la cuerda con que ataba sus penas. Así mueren las cosas en este mundo. Para vaciar los continentes del pecho es mejor matar la semilla de las aves y volver a los albores a gran velocidad, como una lluvia desesperada por caer para crear una sombra empapada de sombra. Viejo ruiseñor de cera, este nido pertenece al oleaje de las costas que oscilan las furias del gemido rarificado en este vaivén amargo. Me encerraron en la llama de la locura, mi pobre ilusión se plantó como un álamo podrido en los himnos del desierto y le crecieron alas al vacío de mi refugio. ¿Qué aventura me espera en los sortilegios de las regiones indivisibles? ¿Qué flor o agua lavará mis heridas y mis vísceras llenas de pólvora? ¿Quién es quién en mi cráneo forjado por los cuervos?


Enero


A los 18 años a uno le echan de casa por llevar más cicatrices que la luna, por escupirle al viento con la furia de las palabras y lamerse el pecho como el gato solitario que ama la noche. Lejos de la ciudad, a uno le hacen creer que es un pájaro, un poeta, un paria o simplemente un cadáver floreciendo en los olores de la calle. En el descenso de las madrugadas empezamos a odiar sin explicación, la casa, la ciudad y la gente.

A esa edad soñamos con escribirle a las estrellas y a las luciérnagas con el fuego de los dragones épicos, huyendo de no sé qué, pero huimos a cada instante en que la pena se apodera de nuestro cuerpo. Nos deprimimos de la nada y por esa nada dejamos de comer frutas. Otra vez, escapando como Ulises, perdidos en el mar, buscamos el planeta de los cíclopes, el astro de los brujos, la metáfora del caos.

A los 18 años no sé qué buscamos ni sé para qué vivimos, pero vivimos a fondo como un claro ejemplo de héroes populares luchando contra los molinos de viento. Todos buscamos la bendición y el perdón de nuestros padres.


Abril


A los 22 años escribimos una carta para ella y decimos: «Qué estúpido es el amor». En agosto, el viento sopla el humo del hígado y clausuramos la soledad. Damos pena a los trenes que se van a gran velocidad sin voltear atrás, bajo los bolsillos los piojos sonríen como payasos natos. Escribimos otra vez para ella atrapando el olvido con los dientes incisivos; nos crece un hueso en el corazón y no queda tiempo sino para escribir el mugido trémulo de su nombre.


Palabras de un filibustero


Mi historia es la de un foraja que espera encender tu ignorancia y no digas «poeta» porque no lo soy. Yo soy un libro rayado que abraza la muerte y la soledad. Mientras tanto, déjame ser la autopista de tus ojos.



Lo que necesito es el infierno


«Un vaso de cerveza, 
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra».

Jorge Teillier

[Prohibido fumar en el espacio azul de las penas]

Yo elijo la tierra
donde pongo a reclinar mis presagios,
esa es la forma de ver los barcos:
silbando espinas de arena
que penetran el cacareo afónico de las costas.
Recostado en las pupilas de las heridas abiertas
voy lanzando los adjetivos, los sustantivos y las piedras
que son palabras también para decir te quiero.
Si digo «bálsamo», a los lagartos se les caen las garras.
Si digo «perro», a mi prójimo le escupen en la espalda.
La poesía zozobrada por tu vocabulario
es el escándalo de rasgarse las plumas y quitarse
uno a uno los musgos flotantes del lenguaje.
Las oraciones que llevaban los marineros
en sus pipas llegaron más lejos del territorio
que yo había elegido para enterrar las profecías de mi
orfandad.
Los higos que fui comiendo tenían un sabor infernal
como el veneno de las culebras.
Nunca descifré esos silencios que poblaron tu vejez.
Aquí, en esta tierra, yo elijo la aguja y el hilo
para coser la herida abierta de tu ternura.
El resto es una farsa que los filósofos inventaron
a manera de engañar a los sapos que llegan con la lluvia,
a los migrantes de la tribu que huyen de la fiesta
y se llevan los sordos aplausos.
Para aquellos que aman mi pellejo imberbe,
solo puedo vomitar estos versos incandescentes.
La vida solo es verdad cuando estoy en mi naturaleza
animal.
¡Qué pobre estoy que combato contra toda estupidez
humana!
Toda verdad es diabólica y oscura, he dicho,
como la noche donde escondo mi sensatez;
ahora que te escribo
recogiendo el moho de mi súplica
como limosnero de estrellas
a quien se le cayó la memoria.






Alexánder Hilasaca. Nació en Puno. Forma parte de la asociación cultural Huajsapata y del círculo Escribidores. Es autor de los poemarios Mmemorias de una verga (edición del autor, 2010), Trece lascivas perversiones (Checca Ediciones, 2011), Defe-caciones (Laykakota Cartonera, 2014), Para maldecir violetas (Rupestre Ediciones, 2015). Ha sido merecedor de algunos premios nacionales y regionales. Actualmente se dedica al ocio de la lectura y escritura, tratando de adaptarse a este mundo moderno.



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